El Amo ideal sabe que su autocontrol es básico para dominar a su sumisa.
Como Amo, es firme hasta el punto de hacer que las lagrimas fluyan y, como amante, no duda en lamerlas de su rostro.
Acepta la veneración de su sumisa y corresponde con la ternura de quien sabe que su posición no se resiente por expresar sentimientos hacia ella.
Consciente de la diferencia entre realidad y fantasía, no duda en olvidarse de los roles para ser un amigo cuando ella le necesita
Él entiende que para poseer a una mujer, se debe cortejar su mente con inteligencia y humor; ganar su alma con pasión y calidez, y su cuerpo con firmeza y determinación.
Actúa como galante caballero movido por un antiguo código de honor que, los que no conocen critican o, en el mejor de los casos, aceptan sin comprender.
De naturaleza protectora, defiende el honor de su sumisa que, por extensión, siente como suyo. Y es consciente de que la diferencia de los roles no implica inferioridad
Él es un sutil sádico que utiliza el dolor para extender las fronteras del placer pero sin que ese dolor produzca daño.
Es el tutor y el guía que hace volar a su sumisa proporcionándole la motivación para dar el salto inicial, el coraje para arrojarse al vacío, la determinación para mantenerse en vuelo y la osadía de perseguir cimas más altas.
Pero no es un mago.
Es simplemente un egocéntrico que persigue entrar en lo mas intimo y afianzarse en ese lugar. Pretende adentrarse en ese espacio recóndito donde nadie ha estado antes, ese rincón celosamente guardado fuera del alcance de los demás. Llegar a la caja de Pandora y que ella, voluntariamente, le entregue la llave para abrirla.
Ese es el verdadero desnudo, la verdadera entrega, la verdadera rendición, el codiciado trofeo que espanta a muchos pero que Él persigue. Y la responsabilidad que acarrea ser investido con ese honor no le hace dudar sino perseverar en su objetivo
El Amo ideal no es vago, ni mental ni físicamente.
Consciente del respeto y de la dedicación debida a la persona que ha decidido entregarse, es suficientemente paciente como para estudiar y conocer bien a su sumisa.
Conocedor de la frágil naturaleza del espíritu y de la mente humanas, nunca viola la lealtad de quien le ha entregado su voluntad puesto que sabe que la entrega hacia El se refuerza a medida que la confianza se hace mas profunda.
Seguro de su autoridad, no necesita de poses absurdas para demostrarla.
Entiende los títulos como muestra de respeto y arrodillarse como muestra espontanea de genuina sumisión.
No es partidario de rituales que banalizan y mecanizan actos cargados de significado y sentimiento.
Su seguridad le permite reírse de El mismo pero no le impide tener la humildad para aceptar ayuda y aprender de su sumisa y para crecer con ella.
Sus herramientas son la mente, el cuerpo y el alma y se apoya en el látigo, las cadenas, las mordazas y los antifaces.
Él es consciente de que la obediencia que nace del miedo al castigo es, en el mejor de los casos, débil y fugaz. La obediencia engendrada a partir de sentimientos reales de sumisión y de deseos de complacer a su Amo es, en cambio, inequívoca y duradera. Por encima de todo, Él sabe que el amor es la única cadena que realmente ata. Y ese es su objetivo
Y sabe que sin ella, sin su sumisa, no tan solo no puede alcanzar su objetivo sino que no es mas que otro hombre cualquiera.
Que cualquier poder que tenga le viene dado por ella y que su rol solo se entiende en virtud de la existencia de alguien que libremente decide, por razones que son normalmente de difícil comprensión, otorgarle la oportunidad de realizar un apasionante viaje.
Las sumisas son las guardianas de las llaves de los oscuros y húmedos sótanos donde las fantasías secretas de sus Amos las elevan al rango de divinidades
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